miércoles, 16 de febrero de 2011

Pinches Indios... Pinches Mexicanos

Antes de que se tomen su valioso tiempo para leer el post, tengo que, de manera lamentable, informarles que estaré ausente del blog por unas semanas, por asuntos meramente personales, pero para solucionar el asunto, el encargado de todo esto, Carlos, y yo, les proponemos leer acá lo que he escrito en mi Blog, o sea, que estarán leyendo las entradas aquí. ;) 

Pinches Indios… Pinches Mexicanos 

Es sábado por la noche, mejor dicho, ya la una o dos y media de la madrugada, por una de las avenidas más largas de aquella gigantesca ciudad va una enorme camioneta Hummer, un auto hermoso, bellísimo, lleno de lujo, color amarillo que parece brillar en la oscuridad de aquella calle. Dentro de él, la música moderna electrónica de aquel momento, Offer Nissim, ATB y no podía faltar de Lady GaGa o artistas de esos, conduce un adolescente, no más de dieciocho años, su cara bellísima, totalmente fina. En realidad los seis jóvenes de no mas de veinte años dentro de la camioneta son así, de una belleza muy poco común en ese país, dos mujeres y tres hombres. Todos en un ambiente envidiable por personas de esa edad, cocaína, sexo, ropa cara y de marca en todos lados menos en el cuerpo de las personas, el conductor, de ojos azules siente la adrenalina dentro de él cada que acelera un poco más el auto, mientras la jovencita a un costado de él fuma marihuana y sonríe con la mirada pérdida y sin darse cuenta le sube un poco más al volumen y baila un poco. De pronto: 

—¡Wey, wey —dice uno de los chavos de atrás—, ve eso, ve eso. Señalaba un grupo de chavas en Tsuru 1990 qué venía a frente a ellos un poco más despacio, escuchando música de banda, La Arrolladora, para ser precisos, a todo volumen de la misma forma, solo que aquellas bocinas estaban un poco más corrientes, pues parecían estallar en cualquier momento. 

—Dale despacio, dale despacio —dijo la muchachita que iba adelante en la Hummer—, pasa cerca de ellas y sonríeles. 

—jajaja —sonrío la otra mujer de atrás—, no mames wey, pinches indias, pinches mexicanas, nos van a secuestrar, yo no traigo monedas para dar limosna. 

—Cállate, pendeja, mejor ponte el bra —dice, Tiffany, la de adelante y le susurra al conductor en secreto—, coquetéales, nada más sonríeles tantito. 

El chavito que conduce hace caso y baja un poco el cristal de su lado y al acercarse a ellas disminuye un poquito la velocidad y pasa justo a un lado del carro, ellas al ver aquel imponente auto y la belleza primermundista del chavo también disminuyen la velocidad, cruzan miradas y también sonríen. 

—Se las van a robar —dice el muchacho de la Hummer. 

—Pero los ovnis —dice en secreto uno de los chavos ricos—, pinches garras parecen extraterrestres. 

Todos dentro de la camioneta ríen a carcajadas a excepción del conductor quien se aguanta la risa y continua con la broma.

—Qué onda, porqué tan solitas.

—Pus tú di —contestó al fin la conductora del Tsuru— ¿No nos haces compañía? 

—Cómo dijistes que te llamas guapo —preguntó otra de las mujeres dentro del Tsuru. 

—Elver, Elver Gon —contesta el chavo aguantándose como nunca la risa, mientras sus compañeros dentro del lujoso auto no se aguantan nada y ríen cómodamente— y tú, linda, cómo te llamas… 

—Jackeline —asomó por fin la cabeza un jovencita de piel morena y de pelo largo color obscuro, acompañado de dos mechoncitos y fleco enorme que casi le llegaba a los ojos, con un color rojo intenso en los labios y unos elegantes lentes oscuros—, me llamo Jackeline. 

—NO MA-MES —dice un chavito de la parte trasera de la camioneta completamente fumado—, está pinche naca mañana sale con Laura Bozzo en “Señorita Laura, soy tan fea como una patada en los huevos”. “!Que pase la desgraciada!” 

—jajaja —ríe su novia a un lado de él— lo que no entiendo en donde está su sol, o para qué necesita los lentes oscuros a las tres de la mañana. 

—Ya, rey, vámonos —dijo la chava a un lado del conductor del mastretta—deja los nopales para otro día.

El jovencito, con una sonrisa hermosa y fina se despide de las adolescentes del Tsuru explicándoles que por el momento ya es tarde, pero que sin duda deberían de hacer planes para otra ocasión… toma una tarjeta de su bolsa del médico de su familia y se las da, creyendo ellas que era su número de teléfono. Y los dos carros continúan su camino. 

—Wey, le hubieras dicho que te pasará su Hi5 —dijo uno de los ricos—, ya me la imagino, tomándose fotos en su cuarto lleno de posters de la banda El Recodo y Paquita la del barrio. Hasta acá me llegó el pinche olor de pobre de esas viejas, obvio traían el París Jilton. 


Continuará...

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